Creo que una de las cosas que siempre recordaré del día que llegamos fue la "resurrección" anímica de nuestro gatito Herva. Ya había contado que con nuestra marcha parecía que hubiera entrado en una depresión que le causó varias enfermedades, aunque todo el mundo se volcó en intentar su recuperación todo era, inútil se había abandonado... Pero en el momento que nos vio fue como si se le iluminara la cara, al momento empezó a ser otra vez el mismo, nos roneaba, tenía hambre, jugaba, investigaba todas las bolsas que no conocía, no se separaba de nosotros y aunque estaba viejete y feúcho, nos hizo muy felices ver lo contento que estaba. Incluso sus veterinarias, a las que nunca me cansaré de dar las gracias, estaban alucinadas del cambio.
Después de 16 años compartiendo a su lado grandes momentos, llegó el día que jamás quise que llegara, su corazón se cansó, murió en mis brazos, esperó por nosotros, se despidió de nosotros.
Aún te oigo andar por casa. Siento el peso de tu cuerpo sobre mis pies, abrirse suavemente la puerta; pero no estás. No sé dónde estarás, pero quiero que sepas lo mucho que te extrañamos. Hicimos lo imposible para cuidarte y quererte, porque eras parte de nosotros. Te queremos y te echamos mucho de menos
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